Olvidar que hay veces que la tristeza logra colarse por la
ventana, sobre todo en estas noches de calor en que sólo queda dejarla abierta
y que las luces de la ciudad entren a raudales en la habitación. Mirar las
calles desiertas y darte cuenta que tu compañía para la soledad se encuentra
muy lejos de aquí. Que no hay tantas estrellas, que me sobran los dedos para
contar deseos. Que hay momentos en que vuelves a querer escapar, a dónde sea,
el único requisito es no pensar, y no arrepentirse nunca. Esperar a que todo
vuelva a estar en orden, escoger bien el andén y esperar un siguiente tren.
Llenar la maleta de emociones que se quedaron impregnadas en millones de fotos,
de nuevas ilusiones, y sobre todo de saber que a veces no necesitas de nadie
más que de ti misma.